El stand up argentino recorrió un largo camino hasta instalarse como una opción masiva entre los espectáculos de todo el país.
Entre los pioneros, el nombre de Juan Barraza resuena fuerte. Desde hace casi dos décadas, el monologuista viene transitando los escenarios y esta noche se instalará en el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265), donde desde las 22 hará “Un confuso episodio”, en el que promete hablar sobre los prejuicios, la vejez, las mentes conservadoras y las fobias más raras.
“Este show está muy atravesado por el paso del tiempo y por la edad que yo transito en este tiempo, es el eje principal del que parte mucho de lo que se oye en el espectáculo. Creo que uno escribe muy empapado del momento de la vida en el que está. Empecé a hacer esto con menos de 30 años y a esa edad no pensás en la edad ni en el paso del tiempo. Mi vida era mucho más liviana y despreocupada, podía sentarme a observar el afuera sin mirar tanto para adentro. Hoy soy un señor de 45, separado y con tres hijos. Las cosas me pegan de otra manera, supongo”, reconoce en el diálogo con LA GACETA.
- Sos de los principales referentes históricos del género en el país. ¿Cuál es el desafío de hacer stand up en la Argentina hoy y cómo era antes?
- No me planteo mi trabajo como un desafío. Me expreso como cualquier artista y quien quiera oír que oiga. Para mí escribir y subir a un escenario a hacer humor es un hábito saludable, además de mi trabajo. No me planteo desafíos más allá de llegarle a la gente y hacerlos reír.
- ¿Se construyó una estética nacional, hay una escuela propia en el país?
- No creo que la haya en el stand up. No hay una idiosincrasia particular en lo que hacemos nosotros, como sí la hay en Inodoro Pereyra, por ejemplo. Es un género de las grandes ciudades, que apela a una cuestión más universal y que escapa a estéticas y escuelas.
- Tu estilo es trabajar desde la seriedad, sin forzar la empatía, ¿por qué?
- ¡Qué difícil forzar la empatía! Tan incómodo como alguien queriendo hacerse el gracioso todo el tiempo. Nunca buscaría eso.
- ¿Hablar de mentes conservadoras en el actual período electoral es una tentación aumentada, sobre todo cuando la política se cuela en cada decisión que uno toma en su vida?
- Es una tentación aumentada, pero las inminentes elecciones no están presentes como no lo está casi ningún tema de actualidad. Yo necesito girar por el país con este show por lo menos dos años. No puedo meterme con cosas de las que en un mes ya nadie hable. Escribo sobre cosas que perduren más en el tiempo y que sigan teniendo sentido si las escuchás en cinco años; por lo tanto no puedo atarme al contexto socio-político del momento porque en unos meses mucho de eso probablemente cambie. Aún así, coincido plenamente en que la política se cuela en cada momento de nuestras vidas y creo que toda opinión es política. Por lo tanto, en todos mis shows hay bajadas y guiños sutiles para quien quiera pescarlas
- Es tu séptimo unipersonal, ¿qué cosas fueron cambiando en tu rutina desde el comienzo, aparte de los textos?
- En mi rutina fue cambiando lo que mencionaba antes sobre mirar para adentro. Y desde hace unos años conseguí llevar anécdotas al escenario que antes me costaba mucho. Disfruto de escribirlas y contarlas. No me resultó fácil. En mis últimos shows hay más de una.
- Lanzaste tu libro “Diez cuentos cortos”, ¿es un paso del escenario a las páginas?
- El libro de cuentos no tiene nada que ver con el stand up. Hablo de todo el universo que me rodea y me interesa. El futbol, los vínculos, el asado, la infancia, la vida de barrio... Y siempre está presente la contradicción como característica indisoluble de la condición humana. ¡Compren y lean mi libro!
- ¿El humor tiene límites?
- Para mí el límite en el humor lo tiene que poner cada uno. Como público, ¿qué quiero escuchar y qué no? Cómo comediante, ¿qué quiero decir y qué no? Pero defiendo la idea de que se pueda hablar de todo, porque lo opuesto a eso es censura y nos lleva al tabú. Y nunca sale nada positivo de un tabú: tapar y callar cosas nunca nos lleva a algo bueno.